Dentro de unos días será el Día D, la Hora H de nuestra vida, ruego a Dios que nos permita llegar a ese momento sin contratiempos.
Hasta hoy han sido casi tres años de vivir fingiendo ser lo que no somos, de decir lo que no pensamos, de ser actores de una vida prestada ante el público más exigente del mundo y sin la posibilidad de descartar una crítica por subjetiva, en el mundo de los inmigrantes ilegales, no hay subjetividades, todo es blanco o negro, legal o ilegal, quedarte o ser expulsado.
Los comienzos no fueron nada fáciles. Si bien es cierto que logramos venir con una considerable capital ahorrado, no es menos cierto que veníamos con visado de turista, y sin posibilidades de negociar ningún otro status.
Lo primero fue poner en circulación el dinero. Gracias a familiares de nuestra más absoluta confianza que vivían aquí, pudimos poner el dinero en circulación, “ponerlo a producir” como decimos nosotros, y al principio con una pequeña empresa y luego con una mayor, fuimos adelantando, haciendo país como decimos en nuestro terruño de origen.
Lo gracioso de todo esto es que hemos podido facilitar la residencia legal de algunos inmigrantes, a través de los contratos de trabajo en nuestra empresa. Ibrahim fue uno de ellos, llegó en una patera, y un amigo de un amigo de un amigo que trabaja en la Cruz Roja nos avisó del caso, un chaval de 19 años al que iban a devolver por no cumplir los requisitos de asilo.
Nos movimos a través de nuestro despacho de abogados (digo nuestro porque son tan cercanos que parecen familia) y logramos ofrecerle un puesto de trabajo legal. Y ahí está, trabajando feliz, pagando impuestos y ayudando a levantar la empresa y el país que lo acogió.
No obstante, nosotros seguimos ilegales. Tenemos que esperar los tres años para solicitar el “arraigo”, esa palabra mágica que da carácter legal a lo que es ya un hecho, que vivimos aquí, que trabajamos aquí, producimos y soñamos aquí y estamos luchando aquí por sacar adelante esta tierra, que nos ha acogido con el amor de una madre, pero con las trabas burocráticas de una madrastra.
Nos hemos enfrentado al susto en el cuerpo de más de un control policial en el que por pura casualidad nos libramos de ser detenidos por no llevar la documentación en regla, hemos peleado con nuestros problemas y adversidades y los hemos derrotado.
Ahora sólo nos queda esperar, y dejarlo todo en manos de nuestro despacho de abogados, que se encargarán de todo, para poder pasear con la cabeza alta por las calles de estas islas… algún día, y ya queda menos…
Albania Oyarzun.