“¡Usted se calla!”, le espetó el juez al acusado Mohamed Ajnan. “Porque, si yo soy mi escolta, ayer… el culatazo que se lleva por el escándalo que estaba armando allí… hoy tiene la cabeza ¡vendá! Pero claro, como aquí nos la cogemos con papel de fumar antes de tocar a nadie… ¡Vamos!, si yo llevo ayer arma, ¡un culatazo!”.
El juez era Alfonso Guevara, presidente de la sección tercera de la Audiencia Nacional, un magistrado conocido por algunos de sus exabruptos a los testigos y a las partes durante las vistas. La inspección del Consejo General del Poder Judicial ha abierto un expediente por estas palabras, por una falta grave de desconsideración hacia el acusado, falta recogida en el artículo 418 de la Ley Orgánica del Poder Judicial. El instructor del expediente, un magistrado de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo, aún no ha presentado su propuesta a la Comisión Disciplinaria del Consejo.
El letrado de Ajnan, que fue enjuiciado en la Audiencia Nacional, presentó una queja ante el Poder Judicial por el trato recibido por Guevara y también un recurso de casación ante el Tribunal Supremo, basándose en que su defendido no había tenido un juez imparcial. Explicaba en el recurso que las frases del juez evidenciaban “sin género de dudas, una falta de neutralidad o imparcialidad”.
El alto tribunal, en una sentencia de 11 de febrero de 2013, no dio la razón a Ajnan. Consideró que lo dicho por el juez no ponía de relieve “ninguna predisposición en cuanto a las decisiones jurisdiccionales de quien la profirió ni, en modo alguno del resto del tribunal” y sostuvo que tampoco la sentencia dictada —de la que fue ponente otra magistrada— confirmaba “dicha predisposición”. El Supremo afirmó en la resolución que las frases de Guevara se circunscribían “al ámbito de la policía de estrados”. Pero los magistrados del alto tribunal también señalaron que esas expresiones, “de haberse producido en los términos” que decía Ajnan, “demostrarían, desde luego, la comisión de un hecho obviamente susceptible de ser examinado en vía disciplinaria”, examen que correspondía al Consejo General del Poder Judicial. La queja previa del abogado, en todo caso, ya había puesto en marcha la maquinaria del Consejo. Las polémicas frases no se han puesto en duda —las ha reconocido el propio magistrado—, pero ahora habrá de decidirse si son o no constitutivas de una falta disciplinaria.
Considerado buen jurista, muchos de sus colegas aseguran que Guevara, fuera de la sala, es una persona muy afable. Pero sus frases cuando actúa como magistrado le han dado notoriedad y causado problemas casi desde el inicio de su carrera. Ya en 1986 el Poder Judicial propuso que fuera castigado por falta disciplinaria grave cuando era titular del Juzgado de Instrucción número 22 de Madrid por “exceso o abuso de autoridad respecto a los secretarios, oficiales, auxiliares y agentes de juzgados y tribunales y miembros del Ministerio Fiscal, abogados, procuradores o particulares”.
Durante el juicio por el atentado de la T-4 del aeropuerto de Barajas las acusaciones criticaron la “falta de sensibilidad” del juez. Cuando el dueño de la furgoneta con que se perpetró el crimen, visiblemente nervioso, tuteó al fiscal, Guevara le interrumpió para pedirle “más respeto a las partes del proceso” a pesar de que nada había dicho el representante del ministerio público. Ante la vacilación de la madre de Diego Armando Estacio, una de las dos víctimas mortales de ese atentado, cuando el fiscal le preguntó si dependía económicamente de su hijo, le preguntó de manera abrupta: “¿Sí y no, o no? ¿Su hijo le mandaba dinero desde España? Eso es lo que le está preguntando el fiscal. Vamos, más sencillo, agua. Si necesitaba a su hijo es lo que le pregunta el Ministerio Público”. A uno de los testigos le soltó: “¡Míreme a mí, que soy la presidencia! Esta es la cara que tienen que ver, no tengo otra”.
En otra ocasión, expulsó a un abogado de la sala por no llevar corbata, algo que interpretó como una falta de respeto al tribunal. Su última actuación, el pasado miércoles, en la vista que debía decidir si la investigación de los papeles de Bárcenas debía quedar en manos del juez Pablo Ruz o en las del magistrado Javier Gómez Bermúdez, también despertó comentarios. Guevara reprendió a varios de los abogados de los querellantes. A uno de ellos lo regañó por tratarle solo de “usted” a pesar de la consideración debida a sus puñetas. “Disculpe, excelentísimo señor”, respondió entonces el letrado. “Tampoco se pase”, dijo Guevara. “Basta con ilustrísima”.