18 de Enero de 2005. Ese fue el día del retorno sin derechos. Y ya hace más de tres años.
Llegué a España en 2003, con un visado de turista invitado por unos amigos que me habían hablado en infinidad de ocasiones de las bondades de esta tierra, acogedora y estricta, dulce y a la vez exigente.
Fue todo uno, llegar, enamorarme del país, de la gente, del ritmo de la vida, y decidir quedarme. Así lo hice, aunque hay que decir que escogí el peor de los caminos, el del ilegal que se queda sin notificar nada, sin regularizar su situación, sin pedir ayuda profesional. Siempre piensas lo mismo: “no va a pasar nada”, “no van a detenerme”, “no van a expulsarme”…
Y durante un tiempo fue así, exactamente así. Comencé a trabajar “en negro” en una empresa constructora, en la que no pedían papeles ni daban papeles, trabajaba de lo que me ofrecían, y fue así que hice un paquete perfecto con mi diploma de Arquitecto y empecé a alicatar baños, poner suelos, hacer encofrados… lo que fuese, porque el sueldo de un auxiliar de albañil era alto, incluso pagándonos menos por lo de ser “ilegales” y me daba para mandar dinero a casa y vivir aquí sin muchas estrecheces.
Solíamos salir los viernes, después de terminar en la obra a pasear por la Avenida de Anaga y tomarnos algo en una de las terrazas de algún bar, y ahí, sentado y relajado el día 17 de Diciembre de 2004, mientras hacíamos planes para la cena de la próxima Nochebuena, sentí una mano en mi hombro y una voz que amablemente, pero sin dejar de ser autoritaria, me pidió que me identificase.
No quiero recordar esos días, calabozos, jueces, policías, abogados de oficio, todo se confunde en una niebla que prefiero dejar así. Pero lo cierto es que el 18 de Enero, un mes escaso después, estaba a bordo de un vuelo de vuelta a Caracas, y sin derecho a volver hasta pasados al menos 3 años.
Y han pasado no tres, sino casi 10, pero no he cejado en mi empeño de volver a esta tierra en la que dejé una parte de mí. Desde Caracas mantuve los contactos con mis amigos, que me enlazaron a un despacho de abogados en Santa Cruz, ellos se encargaron de retomar mi caso, hacer los trámites necesarios, homologar títulos, solicitar visados… todo, hasta el contacto con el Estudio de Arquitectura Sanchís y Asociados, que me ha ofrecido trabajo, no de encofrador, sino de arquitecto, y un sueldo no en negro, sino legal.
Ya sé que la España que dejé en 2005 no es la de hoy en día, que la crisis ha golpeado duro, sin piedad, y que todo es más complicado, pero el futuro ha de ser mejor, por fuerza, si nos ponemos a ello, así que aquí voy, en el vuelo de camino a Tenerife, esperando llegar otra vez, andar de nuevo sus calles con la cabeza alta y la conciencia limpia, para poner mi granito de arena en esta fase nueva de la vida de Canarias.
Albania Oyarzun.