No se trata de votar un partido, o al otro, o al de más allá. Puede que al final, todos nos parezcan lo mismo, o al menos, que no podamos decidirnos por uno o por otro en concreto.
Puede que las ideas de uno nos gusten hasta el punto en el que empiezan a gustarnos las del contrario. Puede incluso que no nos guste ninguno. O que nos parezca que todos son más de lo mismo, o menos de lo deseado.
Todo eso puede ser.
Pero lo que no puede ser es que la apatía nos venza, que la desidia nos haga quedarnos en casa, repantigados en el sofá, viendo una peli, pensando “qué más da si voy a votar o no, al final saldrán los mismos”
Pues no, tal vez no salgan los mismos, tal vez salgan otros, con ideas diferentes. De uno o de otro partido, qué más da. Lo importante es que salen de las urnas, no de una decisión impuesta por un dictador, o por un Parlamento corrupto y vendido.
Tal vez no nos hemos sentado a escuchar las propuestas de unos y otros con detenimiento, y así darnos cuenta de que “los mismos” ya no son los mismos, que han aprendido, los nuevos y los viejos de los errores, y que deben seguir aprendiendo de sus aciertos y sus derrotas.
Por eso hoy, aunque algunos me tachen de ilusa, me levanto, y voy, y deposito mi voto.
Demasiados años fui ya cautiva de un voto sesgado, mentiroso y ladino, que prometía imposibles y nos condenaba a un mundo imposible de soportar. Eso fue allá, en otra patria, en otro tiempo, en otra vida.
Hoy vivo aquí, y no quiero, no puedo dejar de ir a votar. No puedo quedarme en casa con mi esposo, viendo una peli con los niños, sin haber dejado claro que hoy, aquí, en esta vida, quiero decidir quiénes van a diseñar los caminos de mi futuro, el de mis hijos.
No diré a quién voto, no desvelaré si soy roja, naranja, magenta, verde o simplemente blanco, el color del descontento que tantos levantan como bandera, no de una rendición sino como un lienzo virgen en el que trazar el destino de nuestros pueblos.
Simplemente diré que voto para que la opción de la república bananera o el dictador autoritario no puedan ser nunca una realidad en este, mi otro país.
Por eso, hoy, me levanto, voy y voto, con la cabeza alta, y salga el que salga, sabré respetar la decisión de la mayoría que vota sin apaños, en libertad. Mientras pueda.